jueves, 19 de mayo de 2016

Tratando de entender la Biopolítica

Todo a continuación surge tratando de entender la Biopolítica.



La biopolitica surge cuando en una sociedad se plasma lo político no solo en lo ideológico, o en la política del individuo, sino también en lo corpóreo, en lo físico. Con esto resurge el término aristotélico de zoon politikón, el hombre como animal político, e invita a indagar la profundidad del término, mientras se cuestiona nuestra sociedad actual, nuestro individuo actual. Esta caracterización implica que el hombre es capaz de socializar, de armar comunidad y establecer asentamientos de población organizada bajo un esquema de poder, un orden estatal. Esto, al parecer, se limita a lo ideológico, pero sin duda tiene una repercusión en lo corporal, unos exponentes fenotípicos que inclinan la dirección evolutiva del hombre aún más. Nuestras cuerdas vocales evolucionan en función del lenguaje, por ejemplo, y toda nuestra composición evolucionó en función de un entorno social, bajo la noción del otro al que hay que aproximarse.

Aun así, el término biopolítica no se le aplicó al hombre apenas fue capaz de socializar, es un término más reciente acuñado en las varias sociedades del siglo XVIII cuando se intenta, como forma de gobierno, disciplinar a las personas y fomentar una “forma de vida verdadera”, jugando con la identidad, el patriotismo, le glorificación de un género, una etnia y demás. Más aún, y visible en la actualidad, vemos biopolítica cuando decisiones del gobierno inciden en temas como la genética, la reproducción, la calidad de vida y demás temas con repercusiones físicas en el individuo.

Este acercamiento a las incidencias concretas de la política en el individuo nos permite comprender como sería una sociedad biopolíticamente estable, o donde la fisiología del ser humano responda positivamente a toda maniobra política que se le imponga. Bajo la premisa de biopolítica se puede plantear una sociedad donde no haya conflictos emocionales, morales e ideológicos entre un individuo y el estado, y lo que este último dicta. Donde las decisiones de un jurado, por ejemplo, no se verán cuestionadas bajo un criterio moral, bioético o emocional (entendiendo estos criterios como resultados de la fisiología humana frente a su capacidad social). Es decir, hay procesos físicos concretos en el ser humano que generan amor, odio, miedo y todo tipo de emociones, y en este estado ideal de biopolítica, dichos procesos se truncan (o no existen completamente) cuando empiezan a chocar contra el Estado. Una madre, entonces, no lloraría por su hijo cuando es sentenciado a muerte, luego de ser encontrado culpable de un crimen atroz, pues su cuerpo no sería capaz de reaccionar de esa manera, su cuerpo responde positivamente a la orden judicial.



Para concluir, no sería tan atrevido decir que, así como el hombre evolucionó hasta llegar a ser el animal político al que se refiere Aristóteles, los dictámenes políticos y las tendencias sociales actuales podrían encaminar a la humanidad a evolucionar nuevamente en pro de la biopolítica; una sociedad de individuos cuya fisiología esté en función de y responda a un estado político, una sociedad similar, e incluso más aberrante, que la propuesta por Terry Gilliam en Brazil (1985).

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