Mucho se mencionó en clase sobre
la importancia del concepto analizado por el filósofo Michel Foucault en relación
con la película de ciencia ficción de Terry Gilliam “Brazil” de 1985, película que hoy día es considerada de
culto y que no solo ha sido analizada por Foucault, nombres como Noah Chomsky
también la han analizado. Pero yendo más allá de Brazil, podemos ver que la
ciencia ficción ya había y ha continuado construyéndose a partir del concepto
de la biopolítica.
Sólo basta con echarle una mirada
al nacimiento del cine y algunos de los primero cortometrajes de George Mélies
que suceden en sociedades ficticias, con ciertos rasgos de distopía en la que todo
el orden está en función del biopoder, de un orden controlado por un sistema de
producción que funciona como un organismo. Aun así esto primeros rasgos de cine
con escenario en una sociedad biopolítica no son lo suficientemente potentes o
permiten un análisis profundo como si lo
permite la primera película con tales características.
Fritz Lang filma Metrópolis en
1927, fue en su momento demasiado polémica y poco taquillera, convirtiéndose no
solo en una de las películas más importantes del expresionismo alemán, sino
también en una de las más fracasadas. Hoy día es una película obligatoria para
amantes de la ciencia ficción. No es de extrañar que el realizador británico
que dio sus comienzos con el alegre grupo de realizadores de la Monty Phyton realizara
a mitades de los ochenta Brazil haciendo una alegoría directa a las sociedad
que podemos clasificar como Orwellianas basando varios de sus escenarios y su
propuesta estética en el gran clásico del expresionismo alemán, que hoy resalta
su importancia histórica al ser una de las cuatro películas que son
consideradas patrimonio inmaterial de la humanidad.
Y es que los parecidos en cuanto
a narrativa e imagen no pueden ser cuestionados al igual que muchas películas
que seguirían los paso de Brazil y harían muestra y critica de la biopolítica
pero abarcando temas más reales y que cada vez hacen más parte de la realidad
que de la ficción. El caso que resulta cada vez más terrorífico y real es el de
las sociedades gobernadas por inteligencias artificiales. Lo que para muchos
escritores de ciencia ficción era una simple fantasía y que desde Arthur. C.
Clark comenzó a verse como una posible realidad futura ha venido tomando fuerza
en el cine y en nuestra década ya es parte de la realidad.
Desde Terminator I y II (James
Cameron, 1984,1991) hasta la actual, no tan ambiciosas pero si muy real Ex
Machina (Alex Garland, 2015) podemos ver
el comienzo de la inteligencia artificial en sus paso hacia la consolidación
del biopoder, en este caso, la maquina controlando al ser humano y sometiéndolo
a ser la base de su sistema de producción. Si sonar alarmista, ese escenario ya
es posible y de hecho se está dando, ya existen robots, con capacidad de
interactuar y enseñar a seres humanos. Esto es señal de que pronto los robots podrán
imaginar, pensar y tener sentimientos. Allí radica la importancia de 2001:
Odisea de espacio de Stanley Kubrick (1968) y escrita por el mismísimo C.Clarke, como la constante narrativa
inherente al cine de ciencia ficción cambio radicalmente pasando de ser una lúcida
visión de “el futuro como un mundo de igualdad y paz” a ser “la capacidad de la
inteligencia artificial para controlarnos”.
Recordemos que el cine, al igual
que todas las artes, es un espejo y un oráculo. Refleja lo que fuimos, lo que
somos y nos muestra lo que seremos. Esperemos que los realizadores de ciencia
ficción hagan la tarea de investigar sobre la biopolítica y encuentren en este
concepto una fuente de inspiración para mostrar la realidad actual por medio de
la ficción del mañana.
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