domingo, 22 de mayo de 2016

Jarmusch y la transculturalidad. Un breve estudio sobre las influencias de Jim Jarmusch y el apogeo de su cine.

El miércoles 18 de mayo de 2016, el director estadounidense Jim Jarmusch estrenaba en el festival internacional de cine de Cannes su nueva película, el nombre de esta pequeña nueva película resulta ciertamente apreciable y sencillo. “Paterson” aludiendo a la ciudad estadounidense donde sucede la película, y además, al apellido del pequeño personaje. Interpretado por Adam Driver, Paterson es un conductor de bus en la ciudad que tiene su apellido, Paterson, Nueva Jersey. La película narra (según han dicho los que la han podido ver) la vida de un personaje dedicado al rutinario acto de conducir un bus en una ciudad mediana, pero va mucho más allá.

Lo narra desde su intimidad, desde su visión de la vida y los poemas que escribe, desde sus sueños y miedos, a pesar de que él sabe que es un ser pequeño dedicado a conducir un bus. La película trajo a colación un montón de comentarios sobre la importancia del realizador de Ohio en las últimas cuatro décadas del cine independiente de Estados Unidos. No fue el primero ni será el único en hacer películas por episodio, con repartos corales y situaciones cómicas en las ciudades estadounidenses, pero si ha sido uno de los primeros en taladras hasta lo más profundo del fenómeno de la transculturalidad.


Desde “Mystery Train” hasta nuestra estudiada “Ghost Gog”, y con comentarios sobre lo intercultural y la expansión de la transculturalidad hacia las ciudades más cosmopolitas del mundo hechos en “Night on Earth” y como describí en mi anterior  publicación sobre la definición dada a ambos conceptos, Jarmusch ha aplicado con creces las relaciones y encuentro de varias culturas en películas en las que  en cada plano la ciudad está en segundo término de la imagen, y en primer término están los personajes. Jarmusch narra la transculturalidad con pulso correcto, poniendo a las ciudades (Para el caso de Mytery Train es Menphis y de Ghost Dog es Nueva York) como escenario de la convergencia de ambos fenómenos.



No resulta extraño quienes influyeron al realizador independiente. La pintura de Edward Hopper, el cine contemplador y familiar de Yasujiro Ozu, el existencialismo de Michelangelo Antonioni, el viaje emocional de Wim Wenders, de quien fue asistente de dirección. Toda una reunión de influencias de dos continentes muy diferentes al de Jarmusch, miradas de tres contextos lejanos al suyo, pero que le han permitido narrar sobre eso justamente, sobre las diferencias y las equivalencias poniendo la cámara en los mismo lugares que estos tres directores, la ciudad y quienes la habitan, sus familias y sobretodo, en sus emociones.

Jarmusch ha sabido hacer cine sobre lo cotidiano dejando en el trasfondo a conceptos y fenómenos tan claves de la historia humana. En su cine el personaje principal son las relaciones humanas y la vida en las ciudades como escenario de tal acontecimiento. La reunión de diferentes culturas obliga a la transculturalidad de estas, y en algunos casos, bajo la amenaza de desaparecer, la reacción de estas es de mantenerse al margen de la relación, construyendo su asentamiento lejos de  la convergencia pero haciendo parte de la ciudad, una interculturalidad incompleta podríamos decir. Todo bajo el telón que presenta el continente americano en su totalidad, tierra de interacción de culturas. Ojala en el cine Latinoamericano, y sobre todo en el colombiano comencemos a dar una mirada hacia tales fenómenos de los que también hacemos parte.

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