La venta en el trasporte publico, no es un tema sencillo de tratar.Supone un dilema muy grande que compromete intereses y valores de parte de la indigencia y la clase baja y desempleada y la clase media y mal asalariada de la ciudad. Es incomodo cuando en un viaje de 45 minutos se suben al menos 5 personas vendiendo por lo general los mismos productos o mostrando sus heridas y papeles de algún hospital o clínica de la ciudad donde se encuentran sus hijos, mas cuando la mayoría de los pasajeros van pensando en sus propias preocupaciones y viene o va con sueño para el trabajo, la universidad o donde sea. Es incomodo ademas que aveces esas monedas que se reparten propicien otras malas costumbres como el consumo de psicoactivos. Pero ¿Y el hambre del otro?
Diariamente los bogotanos debemos enfrentarnos a esta imagen tan violenta, en la que en el trasporte publico se sube la imagen de la pobreza gritando sus necesidades, casi humillándose para poder sobrevivir casi que obligadamente, pero es evidente que la solución no se encuentra en la prohibición de dicha practica. Como se puede obligar a una persona que no trabaje por la vida; su necesidad en si es violenta y no puede ser menos violento el resultado de una mala administración de los recursos, pero es una lastima que esto lo tenga que pagar precisamente la clase menos acomodada del país; la trabajadora. Se puede decir que mendigar o trabajar ambulantemente y no trabajar en un empleo oficial es actuar como animales, pero ¿como se le puede pedir a alguien a que actué como una persona si la sociedad la trata como a un animal? ¿como se puede hablar de ética profesional en un empleo (la venta en los buses) que deviene de un trato anti ético de quienes se dedican a ello?
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