¿Qué actitud tomar, hoy, ante la vida, cuando se vive en un estanque en el que el canibalismo es ley? ¿Una como: si no puedes contra tu enemigo, únetele? ¿O la de: ¿si los demás lo hacen, por qué yo no?? ¿Es consecuente en grado alguno adoptar una postura 100% correcta ante un espejo que nos devela lo que realmente somos, y que no es precisamente nada bueno? No es sólo pesimismo a lo que apestan estas sencillas preguntas: resignación, obstinación, facilismo, miedo...
Somos perfectamente capaces de discernir entre el bien y el mal. Hablando éticamente, diríamos que pensar y actuar bien es, entonces, el fin noble y supremo de esa consciencia que nos es innata: ¿acaso no sabemos que ser golpeados duele, que recibir ofensa hiere, que perder nuestras cosas aflige, y que un sinfín de determinado tipo de actos, que sabemos muy bien, rebajan de una manera u otra nuestro bienestar físico y psíquico, no deben accionarse contra los demás? Sí. Lo sabemos perfectamente. Si no pudiese distinguir bien/mal, usted, o está enfermo, o es víctima de la coacción que sufrimos todos al enfrentarnos repetidamente a tomar decisiones contrarias y nos va moldeando. Claro, pero el grueso de la población, asumimos, es completamente normal. Y aún así, el reconocimiento de la humanidad es una cosa que para muchos no tiene ningún significado, no por inhumanidad, sino, más que todo, por cosas como ese afán (inexplicable) frenético por ganar (explicable) dinero y acumularlo (natural), o por simple egolatría, o es que ¿quién puede decir a ciencia cierta que motiva a la gente a hacer lo que hace?
Fernando Savater, en La ética que fundamenta la democracia, cita tres principios en los que debería sostenerse la democracia, íntimamente ligados con un comportamiento ético. No obstante, ¿no son la inviolabilidad de la persona, la autonomía personal y la dignidad de la persona, tal cosa, principios, nociones fundamentales, básicas, inviolables e inalterables, cuya vejación sólo pudiera venir de un aberrado? Y todavía, hay cosas tan insospechables e inverosímiles como paradójicas. ¿Quién puede imaginarse un mundo perfecto, en el que la perfecta armonía reine y la convivencia sea intachable, en el que el cantar de los pájaros se una a la voz del pueblo unido trabajando hombro a hombro por la coexistencia ideal? Puede que ya fuera mucho pedir, porque así como la actitud correcta debe ser un pilar principal de la construcción de una sociedad, así mismo el conflicto y la oposición son generadores de avance y desarrollo, de pluralidad, y pie para la inclusión y la igualdad. Pero es inherente a la confrontación la existencia de un ganador. Y la existencia de un ganador implica de inmediato posiciones de poder y no siempre (casi nunca o nunca) imparcialidad. Aveces parece que esos inventos, como dios y la ética, fueran instrumentos para controlar a los idiotas. Basta de preguntas.
Aunque confuso celebro la interpretación y análisis a la propuesta de Savater
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