lunes, 15 de junio de 2015

Pizarro, una mirada de la historia


Pizarro, una mirada de la historia
Por Paloma Rincón

 Donde nos quieren hacer creer que se ha forjado una memoria colectiva hay millones de memorias humanas que pasean su herida personal dentro de la gran herida de la Historia.[1]

Lo más sencillo sería exigirle  a María José Pizarro que hiciera de la película de su padre un documento histórico que colaborara juiciosamente con datos, imágenes, rastros y testimonios que en otras condiciones el país no podría conocer. Sería fácil responsabilizarla éticamente y pedirle que “cumpla su tarea”, que aporte en la construcción de nuestra memoria colectiva como si se tratara de llenar un pizarrón con información nueva.
Sin embargo, me alegra notar que los realizadores no se limitaron al “deber” de recomponer la vida de Pizarro como un mero ejercicio expositivo.
De hecho, esta película no parece ser sobre Pizarro. Es, más bien, sobre la ausencia que él representa para su hija, quien, en ese sentido, resulta ser la protagonista.
De forma directa, María José expresa que no encuentra descanso al sentir que la impunidad y la falta de verdad en torno a la muerte de su padre le impiden dejar de pensar en él. Evidentemente, ella, a la par que desarrolla su pesquisa, busca cerrar un duelo.  Así, la película, aunque se sustenta en el ejercicio de la memoria, es la herramienta de María José para despedir, para descansar, para olvidar.
El problema planteado realmente en la película (el de la memoria y el olvido) me parece sustancial y creo que aporta mucho más que si sólo se tratara de “contar” la vida de una figura pública.
La película oscila entre material que nos da nociones biográficas de Pizarro y testimonios que arroja María José exponiendo su duelo. En ese tránsito entre “líneas narrativas” queda claro que, a pesar del interés por ordenar una serie de hechos y verdades, en Pizarro   se prioriza el peso emotivo (subjetivo) que tienen las reflexiones de la joven. Con lo cual, hay una postura ética y estética que subyace en esas elecciones narrativas de parte de los realizadores. Tal postura, una apuesta autoral si se quiere, tiene fuertes implicaciones en el mensaje que finalmente transmite el documental. A mi juicio, se trata de concluir que los héroes o tiranos no son los únicos que componen la historia, sino que parte sustancial de la misma son, o somos, las personas que quedamos vivas resistiendo y reinterpretando los embates del conflicto.
Es por ello que no basta con el ejercicio de escribir la Historia, también hace falta reflexionar en torno al lugar desde donde se escribe tal Historia. En Pizarro queda patente que el lugar de enunciación (María José y el director) es parte de la historia misma.  A partir de allí el relato se presenta de una determinada manera, priorizando ciertos aspectos, interpretando y transformando.
En esa medida, lo que se demuestra una vez más es que son múltiples las maneras y los lugares desde donde contar la Historia ya que esta no es una enciclopedia congelada en el tiempo, sino que es un documento que se relee y se reescribe constantemente al ritmo de las necesidades subjetivas de cada individuo y de cada época.
María José no representa la figura del investigador ávido de conocimiento, sino a la persona que busca cerrar una herida y por ello emprende un proceso de reconstrucción de memoria. Así, en el contexto de un país que pretende salir del conflicto,  Pizarro nos indica que uno de los procesos urgentes para avanzar es la elaboración de duelos individuales y colectivos. Es prioridad señalarle a la sociedad que parte de la responsabilidad de construir un relato histórico está en manos de cada uno, reflexionando sobre nuestras propias vivencias y entendiendo que somos parte constitutiva del gran relato de la historia.
De momento, mientras la consciencia de reflexión y construcción de memoria llega poco a poco a los ciudadanos (idea optimista), es destacable el trabajo que puede ejercer Pizarro, generando identificación en unos y otros, movilizando ideas y emociones.
 “Y si  mis recuerdos entran en armonía con algunos de ustedes, y si lo que yo he sentido (y dejaré de sentir) es comprensible e identificable con algo que ustedes también sienten o han sentido, entonces este olvido que seremos puede postergarse por un instante más, en el fugaz reverberar de sus neuronas, gracias a los ojos, pocos o muchos, que alguna vez se detengan en estas letras”.[2]



[1] Sans Soleil. Dir. Chris Marker. Francia. 1982
[2] FACIOLINCE, Héctor Abad: El olvido que seremos, Seix Barral, 2007, p. 279

1 comentario:

  1. El duelo de la protagonista, la semblanza del líder nacional, el documental como ejercicio de memoria colectiva una reflexión que cuestiona a la construcción de la historia en el proceso de reconciliación nacional.

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