Es difícil encontrar un relato
íntimo que logre acercar al espectador al sufrimiento, la desazón, la negligencia y la resignación, de cualquier persona que pueda considerarse
victima en nuestro contexto campal, de un conflicto de más de 60 años, sin hacer
de esto un relato amarillista o llevar estos sentimientos a un retrato
superficial de una generación que carga los crímenes de lesa humanidad que
vimos, escuchamos o vivimos como infantes.
De Pizarro habré visto un par de
reportajes y leído algunas crónicas. Un personaje que llama mucho la atención,
pues de los muchos líderes guerrilleros que habrá y tendrá nuestro país, se
constata que él y algunos de sus compañeros insurgentes perseguían un ideal de
cambio a pesar de haber crecido en una clase alta y elitista. Todo esto, claro
está, interpuesto por un manojo de arandelas que cubren cualquier tipo de
información y que dejan la imagen del comandante fanático desdibujando la figura humana que albergo en
sus años de lucha. Precisamente, el lado “humano” de Pizarro, es el que nos
deja ver el documental a través del relato de su hija Maria José.
Traigo a acotación el documental “Carta
a una sombra”, documental de la vida de Héctor Abad Gómez, realizado por su
nieta Daniela Abad. Traigo al texto tal documental, ya que encuentro varias
similitudes entre estas dos obras al momento de interpretar el discurso “ético”
en la transmisión de la información de dos personajes que fueron asesinados por
atacar las fallas de un estado inoperante, y por querer dar un cambio al país
en el que vivían.
Ambos documentales recurren, como
primer hilo narrativo, al testimonio de los hijos de estos dos personajes,
haciéndolos protagonistas, introduciéndose en su círculo cotidiano, dándolos a
conocer como víctimas del conflicto. Por
una parte Maria José Pizarro, y por otra Héctor Abad Faciolince. Su función en
ambos documentales, es dar a conocer la figura de dos hombres que se llevaron a
la tumba la postura de indomables, críticos y revolucionarios, pero que dentro
del hogar promulgaban la moral y las buenas costumbres a partir de la
literatura y el arte. Durante el documental, tanto Maria José como Héctor
recrean la figura, ausencia, y afecto hacia sus padres a partir de poemas,
cartas y declamaciones, dejando al tanto una caracterización oculta para el
espectador de dos seres humanos que pueden lograr una identificación con
cualquier persona del común, tejiendo un puente entre esa figura que han hecho
para ellos los medios de comunicación y su verdadera identidad.
Por otra parte, ambos documentales
yuxtaponen esta narrativa intimista y lirica con la crónica de cada personaje,
dando un contexto histórico a quien se encuentra inspirando el relato de su
propio hijo e hija y dando un contexto a las generaciones que no tuvieron una
cercanía a esta Este contexto histórico
es dado bajo una visión humana de cada personaje, pues no hacen hincapié en los
ideales o el partido político de Pizarro, ni tampoco de la estricta relación de
Abad con la política. El montaje es dinámico, intervienen entrevistas de
personas allegadas, es clara su visión de informar los hechos que sucedieron, y
por supuesto, aunque sean hechos que se han escrito en libros y grabado en más
documentales, es trascendental como están complementando la visión de cada
personaje con los testimonios y la rutina de sus hijos. Aquí es donde denota el
discurso como unidad y la información se hace clara y digerible de manera
limpia y sin artificios o espectacularización ante el conflicto y el dolor de
los demás.
Estos documentales no tratan de dar
pistas sobre los asesinos de cada quien, o los políticos que pudieron ser
cómplices, o si tenían ideales correctos y luchaban con justa razón; se trata
de reconocer la generación que tuvo que ser víctima, y de cómo esa generación
lleva a sus hombros ya no los ideales de sus padres, sino la búsqueda de la
verdad.
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