Hace algunos días en un salón de
clase, se presentó una discusión acerca del papel del artista/ escritor/
realizador, en un país como Colombia, tan cargado de problemáticas y de heridas
abiertas. Uno de los allí presentes, cuestionaba amablemente la posición de un
compañero quien argumentaba que no le interesa en lo más mínimo encauzar su
producción hacia subsanar dichas problemáticas del país o si quiera tocarlas,
por el contrario, su interés recae en los mundos fantásticos, lejanos a toda
realidad Colombiana. Por más curiosa que le pareciera al primer compañero la
posición del segundo, la clase se cerró al llegar a una conclusión unánime de que
ambas posiciones son respetables, la una por entender la importancia de nuestro
contexto en nuestro quehacer como creadores, la otra por la libertad a la que cada quien
tiene derecho.
Ahora, más allá de respetar ambas
posiciones, en lo personal, yo creo que el arte no tiene porqué asumir obligatoriamente
las temáticas llenas de tristezas y sangre injustamente derramada en este país y mucho menos asumir un papel de redentor. Sin embargo, aquel que se dedica a la
creación tiene la posibilidad de dar voz a quienes les ha sido arrebatada. Esto
es precisamente lo que hace el documental Pizarro,
dar voz y no solamente a este hombre que para nuestra historia como colombianos
es tan importante y encarna tantos aspectos del conflicto que vivimos, sino a
quien lo perdió, a quien lo lloró, a su hija María José. A mi modo de ver, Simón
Hernández encontró una manera muy acertada de narrar un momento que no debe
quedar en el olvido. Este director trabaja una forma de narrar sumamente
respetuosa y ese respeto por el dolor de las reminiscencias, no pierde el rumbo
al recordarle a un país las injusticias de las que se alimenta.
El cine es luz, esa es una de sus
materias primas, así mismo, el cine puede iluminar lugares de nuestro pasado que
no deben permanecer en las sombras de la turbia memoria colectiva. Mi posición
como realizador en continuo crecimiento, es sin duda, la de entretejer estas dos
cualidades. Siento que este tipo de obras en un país como Colombia son
completamente necesarias y relevantes, obras que no sólo se preocupan por la
temática o por la estética, sino que logran integrar ambas partes con delicadeza
para así lograr iluminar dichos nichos oscuros de nuestra historia, obras que nos
proponen reflexiones sin ser impositivas y que nos exigen como espectadores
recordar de donde venimos.
Se plantea una reflexión interesante sobre la función social del artísta, y como la diversidad de la mirada estética puede integrar multiples perspectivas. Un interesante planteamiento
ResponderEliminar