sábado, 13 de junio de 2015

Escribir la historia como resultado de un duelo colectivo e individual


Escribir la historia como  resultado de un duelo colectivo e individual
Por Paloma Rincón

Al considerar el material que emite la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, comisión que se sustenta en una mirada aparentemente plural al estar compuesta por doce expertos, me pregunto por la serie de relatos sobre el conflicto que de cualquier manera quedan por fuera de los documentos legitimados por las instituciones. Me refiero a las historias de todos aquellos que, en mayor o menor grado, hemos padecido los signos del conflicto.
¿Quiénes escriben la historia?
Al parecer, la historia que hoy se quiere escribir es la que articulan una serie de intelectuales que, aunque aportan sus conocimientos a la interpretación de este devenir violento, a su vez no representan plenamente las voces de muchos otros que han vivido esta historia en carne propia. Evidentemente, la concepción de historia que se adopta como oficial se basa en la objetividad. Por ende, pareciera indiscutible que los más adecuados para asumir esta labor de escritura son aquellos individuos formados intelectualmente para hacer un análisis complejo de la memoria del país. Sin embargo, es allí donde me pregunto ¿Cuál es, entonces, la función de redactar una historia del conflicto?
Sin controvertir el proceso desarrollado por la Comisión Histórica del Conflicto, es indispensable considerar que esta redacción no puede tomarse únicamente como un ejercicio de la razón que pretende poner en “orden” una serie de hechos y verdades. Justamente, el primer indicio de que esta escritura es un proceso mucho más sinuoso y complejo está en las divergencias que han tenido los miembros de la Comisión. Estos individuos, aún cuando comparten una serie de conocimientos generales, asumen lógicas y planteamientos distintos. Cada cual aporta una mirada particular que no puede, y no tiene por qué, acoplarse a los demás puntos de vista. Este ejercicio implica unas primeras conclusiones: aún no estamos preparados para una versión unificada de esta historia e, incluso, la inscripción de nuestra memoria debe asumirse como un proceso lleno de singularidades y múltiples lecturas. Con lo cual vuelve a presentarse la pregunta por los demás relatos que deambulan sin ser necesariamente legitimados.
El ejercicio de inscripción de la memoria, antes que ser un texto o un discurso, es un proceso de reflexión en donde el sujeto repara en su propia existencia. A través de contextos políticos, culturales, sociales, etc., las personas podemos plantear y reelaborar ideas de lo que somos. Escribir la historia implica que nosotros, los que hacemos parte de ella, reflexionemos sobre nuestra identidad, nuestro pasado, nuestro presente, etc. Por tanto, aunque es fundamental que los profesionales colaboren en este proceso reflexivo y así consoliden un texto oficial, no puede olvidarse que los demás ciudadanos necesitamos un proceso particular para entender nuestro papel en este gran marco.
¿De qué sirve este proceso si no es para avanzar en un camino de transformación social? Y, como transformación implica siempre renuncia, entonces ¿Escribir nuestra historia no es acaso elaborar un duelo?
Me pregunto por las demás historias del conflicto porque es urgente que cada individuo elabore el “documento” de su propia memoria. Tal documento representa un duelo y este es, finalmente, una pieza indispensable para que nuestra sociedad pueda al fin avanzar a otro momento histórico. Lo que nos espera al final de este camino es, curiosamente, el olvido.
Este país, en términos generales y particulares, requiere múltiples duelos para poder olvidar y, sobre todo, para poder perdonar. Ahí estaría la gran función de escribir la historia del conflicto.
¿Pero, de qué clase de olvido podemos valernos? Paul Ricoeur menciona algo llamado el “olvido compasivo” en donde se establece una distinción sustancial entre lo que podemos olvidar y lo que no. Así, respecto a olvidar un acontecimiento, Ricoeur señala:
“Este puede ser perdonado o no, pues también podemos negarnos a perdonar. Pero para ello, en primer lugar no hay que haber olvidado. ¿El qué? La brutalidad de los hechos, la desgracia a la que hacía referencia el texto de Blanchot. No podemos olvidar la desgracia, pero podemos olvidar su significado respecto a su proyección en el futuro. (…) El verdadero recuerdo precisa un trabajo correctivo y, al mismo tiempo, terapéutico de la memoria. A mi juicio, el olvido compasivo supone una terapéutica de la memoria enferma.”[1]
Claramente, se trata de un olvido que no desecha todo. Un olvido que nos deja lo justo para no cometer los mismos errores. Además, me parece crucial lo que apunta al final: una terapéutica de la memoria enferma. Es el duelo, en gran medida, el que resume esa terapéutica. Se trata de restablecer el equilibrio de un organismo, individual y colectivo, que se encuentra enfermo.
Las incontables historias del conflicto que están por escribirse hacen parte de un proceso sin resolver, un duelo, que debe encarar cada individuo. Por ello, además de trabajar en los grandes documentos sobre la historia, el estado debe preocuparse por ofrecer los estímulos suficientes para que sus ciudadanos comprendan la importancia del ejercicio de la memoria. De lo contrario, sucederá lo que combate el olvido compasivo. Los acontecimientos seguirán repitiéndose aún cuando “oficialmente” tratemos de dar fin a esta etapa histórica.

BIBLIOGRAFÍA

- RICOEUR, Paul: La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido, Arrecife Producciones, Madrid, 1999




















[1] RICOEUR, Paul: La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido, Arrecife Producciones, Madrid, 1999, p. 110

2 comentarios:

  1. Es muy interesante la propuesta de la construcción de un documento de memoria como método de duelo ante la relación de cada uno con el conflicto del país. La critica hacia el material de la Comisión Histórica del Conflicto es pertinente en cuanto al hecho de comentar errores del proyecto como la incapacidad de los escritores por hacer una conclusión unificada y efectiva para lo que actualmente necesita el país. Aun así la crítica en cuanto al olvido de comentarios provenientes de otras fuentes, aparte de la de los intelectuales de la comisión, no es muy pertinente cuando estamos hablando de una análisis concreto del conflicto armado, lo cual era uno de los propósitos de la comisión, ya que agrupar tanta cantidad de información en un solo documento tendría un resultado aun más inefectivo que el logrado por la comisión, ya que es necesario un proceso de síntesis y análisis formal que tenga en cuenta todos estos comentarios, trabajo que hacen "los intelectuales" de la Comisión Histórica del Conflicto.

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  2. Son varios los temas que se plantean en el comentario, una reflexión sobre la memoria historica como forma de duelo, el olvido como terapia, la crítica a la forma de trabajo de la comisión de memoria histórica. Publicado tarde pero con interesantes planteamientos

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