Escribir la historia como
resultado de un duelo colectivo e individual
Por Paloma Rincón
Al
considerar el material que emite la Comisión Histórica del Conflicto y sus
Víctimas, comisión que se sustenta en una mirada aparentemente plural al estar compuesta
por doce expertos, me pregunto por la serie de relatos sobre el conflicto que
de cualquier manera quedan por fuera de los documentos legitimados por las
instituciones. Me refiero a las historias de todos aquellos que, en mayor o
menor grado, hemos padecido los signos del conflicto.
¿Quiénes
escriben la historia?
Al
parecer, la historia que hoy se quiere escribir es la que articulan una serie
de intelectuales que, aunque aportan sus conocimientos a la interpretación de
este devenir violento, a su vez no representan plenamente las voces de muchos
otros que han vivido esta historia en carne propia. Evidentemente, la
concepción de historia que se adopta como oficial
se basa en la objetividad. Por ende, pareciera indiscutible que los más
adecuados para asumir esta labor de escritura son aquellos individuos formados
intelectualmente para hacer un análisis complejo de la memoria del país. Sin
embargo, es allí donde me pregunto ¿Cuál es, entonces, la función de redactar
una historia del conflicto?
Sin
controvertir el proceso desarrollado por la Comisión Histórica del Conflicto,
es indispensable considerar que esta redacción no puede tomarse únicamente como
un ejercicio de la razón que pretende poner en “orden” una serie de hechos y
verdades. Justamente, el primer indicio de que esta escritura es un proceso
mucho más sinuoso y complejo está en las divergencias que han tenido los
miembros de la Comisión. Estos individuos, aún cuando comparten una serie de
conocimientos generales, asumen lógicas y planteamientos distintos. Cada cual
aporta una mirada particular que no puede, y no tiene por qué, acoplarse a los
demás puntos de vista. Este ejercicio implica unas primeras conclusiones: aún
no estamos preparados para una versión unificada de esta historia e, incluso,
la inscripción de nuestra memoria debe asumirse como un proceso lleno de
singularidades y múltiples lecturas. Con lo cual vuelve a presentarse la
pregunta por los demás relatos que deambulan sin ser necesariamente
legitimados.
El
ejercicio de inscripción de la memoria, antes que ser un texto o un discurso,
es un proceso de reflexión en donde el sujeto repara en su propia existencia. A
través de contextos políticos, culturales, sociales, etc., las personas podemos
plantear y reelaborar ideas de lo que somos.
Escribir la historia implica que nosotros, los que hacemos parte de ella,
reflexionemos sobre nuestra identidad, nuestro pasado, nuestro presente, etc.
Por tanto, aunque es fundamental que los profesionales colaboren en este
proceso reflexivo y así consoliden un texto oficial, no puede olvidarse que los
demás ciudadanos necesitamos un proceso particular para entender nuestro papel
en este gran marco.
¿De
qué sirve este proceso si no es para avanzar en un camino de transformación
social? Y, como transformación implica siempre renuncia, entonces ¿Escribir
nuestra historia no es acaso elaborar un duelo?
Me
pregunto por las demás historias del conflicto porque es urgente que cada
individuo elabore el “documento” de su propia memoria. Tal documento representa
un duelo y este es, finalmente, una pieza indispensable para que nuestra
sociedad pueda al fin avanzar a otro momento histórico. Lo que nos espera al
final de este camino es, curiosamente, el olvido.
Este
país, en términos generales y particulares, requiere múltiples duelos para
poder olvidar y, sobre todo, para poder perdonar. Ahí estaría la gran función
de escribir la historia del conflicto.
¿Pero,
de qué clase de olvido podemos valernos? Paul Ricoeur menciona algo llamado el
“olvido compasivo” en donde se establece una distinción sustancial entre lo que
podemos olvidar y lo que no. Así, respecto a olvidar un acontecimiento, Ricoeur
señala:
“Este
puede ser perdonado o no, pues también podemos negarnos a perdonar. Pero para
ello, en primer lugar no hay que haber olvidado. ¿El qué? La brutalidad de los
hechos, la desgracia a la que hacía referencia el texto de Blanchot. No podemos
olvidar la desgracia, pero podemos olvidar su significado respecto a su
proyección en el futuro. (…) El verdadero recuerdo precisa un trabajo
correctivo y, al mismo tiempo, terapéutico de la memoria. A mi juicio, el
olvido compasivo supone una terapéutica de la memoria enferma.”[1]
Claramente,
se trata de un olvido que no desecha todo. Un olvido que nos deja lo justo para
no cometer los mismos errores. Además, me parece crucial lo que apunta al
final: una terapéutica de la memoria enferma. Es el duelo, en gran medida, el
que resume esa terapéutica. Se trata de restablecer el equilibrio de un
organismo, individual y colectivo, que se encuentra enfermo.
Las
incontables historias del conflicto que están por escribirse hacen parte de un
proceso sin resolver, un duelo, que debe encarar cada individuo. Por ello,
además de trabajar en los grandes documentos sobre la historia, el estado debe preocuparse
por ofrecer los estímulos suficientes para que sus ciudadanos comprendan la
importancia del ejercicio de la memoria. De lo contrario, sucederá lo que
combate el olvido compasivo. Los acontecimientos seguirán repitiéndose aún
cuando “oficialmente” tratemos de dar fin a esta etapa histórica.
BIBLIOGRAFÍA
-
RICOEUR, Paul: La lectura del tiempo
pasado: memoria y olvido, Arrecife Producciones, Madrid, 1999
[1]
RICOEUR, Paul: La lectura del tiempo
pasado: memoria y olvido, Arrecife Producciones, Madrid, 1999, p. 110
Es muy interesante la propuesta de la construcción de un documento de memoria como método de duelo ante la relación de cada uno con el conflicto del país. La critica hacia el material de la Comisión Histórica del Conflicto es pertinente en cuanto al hecho de comentar errores del proyecto como la incapacidad de los escritores por hacer una conclusión unificada y efectiva para lo que actualmente necesita el país. Aun así la crítica en cuanto al olvido de comentarios provenientes de otras fuentes, aparte de la de los intelectuales de la comisión, no es muy pertinente cuando estamos hablando de una análisis concreto del conflicto armado, lo cual era uno de los propósitos de la comisión, ya que agrupar tanta cantidad de información en un solo documento tendría un resultado aun más inefectivo que el logrado por la comisión, ya que es necesario un proceso de síntesis y análisis formal que tenga en cuenta todos estos comentarios, trabajo que hacen "los intelectuales" de la Comisión Histórica del Conflicto.
ResponderEliminarSon varios los temas que se plantean en el comentario, una reflexión sobre la memoria historica como forma de duelo, el olvido como terapia, la crítica a la forma de trabajo de la comisión de memoria histórica. Publicado tarde pero con interesantes planteamientos
ResponderEliminar