Un título interesante, que denota
algo sobrenatural, que denota algo imposible, ¿Cómo puede robarse el rio? ¿Quién
es capaz de hacerlo? Traje a lugar al leer tal título ciertos mitos o leyendas que
leía de niño, donde pictóricos personajes se ensañaban en hazañas como esas,
sobrenaturales, imposibles para el raciocinio del hombre; como la leyenda
azteca de los animales que quisieron robar el sol, o el mito griego de Icaro
quien es capaz de robarle el fuego a los dioses. Dichos relatos son máscaras,
historias con una connotación aún más fuerte detrás de su literalidad con
nociones universales de la humanidad, ante la ambición, la vida, la muerte, la
divinidad o el azar. Sin embargo, parece que este no es un título que traiga a
lugar este método de discurso, y de lo que en verdad trata “El Río que se
Robaron” es del rio que se robaron.
Vaya suerte, estamos en Colombia,
el país de la desigualdad, el país donde pueden robarse hasta los ríos, ¿quién lo creería? Creo que nadie, pero
después de que nos explican cómo es posible, creo que todos, pues es un caso
más de absurda corrupción y de absoluta negligencia de un estado al que ya
estamos acostumbrados y resignados.
Este documental da a conocer como
la multinacional que explota el carbón del cerrejón, al hacer una represa junto
a la mina para cubrir su necesidad hídrica para la extracción, ha secado el río
Ranchería para poblaciones continuas al cauce, poblaciones indígenas, quienes
no han tenido ninguna reparación y hasta el momento ninguna solución para su
debido derecho de acceso al agua potable.
Es un caso del que pocos hablan,
es una problemática social bastante grave. Quienes lo hacen puede que realmente
se vean perseguidos y amenazados, es una notable valentía, dar a la luz tal
información. Pero, ¿cómo se está dando a luz tal información?
A través de testimonios de activistas de la población
indígena, políticos, abogados, personas de la población afectada, y un
representante de “el Cerrejón” -la extractora de carbón-, se conforma una
denuncia en torno a la mala utilización del recurso hídrico y de cómo el país a
partir de su plan de desarrollo prioriza y resuelve a favor de la extractora de
carbón sobre los derechos fundamentales de la población indígena. Sin embargo,
este discurso es dado por un tratamiento audiovisual que se ha vuelto nocivo en
los medios de comunicación que intentan dar a la luz pública los distintos y
escandalosos casos de corrupción y negligencia del estado, y es evidenciar a
través del dolor de los demás, las lágrimas, la música dramática, el zoom a los
rostros demacrados, entre otras superficialidades. Además, no hay ningún
cuidado en la utilización de la imagen o el sonido. Tal información está siendo
transmitida con una cámara mal emplazada y un sonido totalmente irregular, obviando
la buena utilización del mecanismo de expresión, en este caso lo audiovisual, y
replegándose explícitamente a la información que pueda transmitir.
El documental en sí deja un sin sabor del manejo de la
información y de cómo se está transmitiendo. Al emplear un medio como el
audiovisual se debe tener en cuenta unos parámetros de aceptación técnica que
las personas pueden evidenciar fácilmente gracias a la permanente invasión
audiovisual en la vida cotidiana. Dejando esto de lado, el documental se
conjuga como una denuncia a la extractora del carbón, dejando de lado otras
situaciones y consideraciones que deben darse de la población indígena, que ha
sido abandonada y violentada, años atrás de la llegada de esta extractora
minera.