Lucas Noreña
Andrés Ángel
Quizá algo que en
Colombia somos, y mucho, es mojigatos. Tenemos una cultura donde lo que
juzgamos y con lo que normalmente tenemos una actitud inquisidora, en verdad
representa pulsiones y deseos internos que nos da miedo o vergüenza reconocer.
Así, con la
censura de la violencia, el sexo y los tabúes que podemos encontrar en ciertos
estilos de vida o acciones puntuales, encontramos un ejemplo claro de ello. En
todo caso, a nivel mundial en las últimas décadas es cierto decir que la
sociedad ha eclosionado y se ha despojado de ciertas ataduras morales (Casi
todas de carácter religioso) que incluyen entre otras el morbo y los tapujos
que normalmente habrían escandalizado al público promedio. De nuevo, Colombia
es un país lleno de motivos para escandalizarnos históricamente pero las
barreras de hipocresía han permitido establecer códigos de exhibición de las
imágenes fuertes, quizá sin tener en cuenta que la importancia de la explicitud
no radica en su contenido gráfico, sino en el mero hecho de que existan.
Si hay una bala,
una gota de sangre, un seno o un pene, diremos que no queremos ver estas cosas
en las pantallas; mucho menos que lo vean nuestros hijos. El sentido de esta
reflexión sobre la ética de exhibir contenidos gráficamente polémicos está en
encontrar dónde radica la polémica. Si un niño muere de hambre en la Guajira a
diario, ¿Es polémica la ausencia de alimentos en su estómago y su condena de
muerte por inanición, o son polémicos sus alaridos agonizantes y extrema
delgadez en el noticiero en horario de Prime
Time? Va de hecho más allá de fondo el cuestionamiento; la labor ética de
exhibir, de mostrar, como toda ética, puede basarse en un principio de
causalidad y puede que la pregunta más importante sea si es la labor
periodística o audiovisual la que prima sobre una realidad “Inmanente”, o si esta realidad que se
pretende cambiar prima expresamente sobre la labor morbosa y amarillista.
Asumimos que el
amarillismo existe porque existe una realidad, y su inmanencia es interesante
cuestionarla como tal.
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